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Libro de Don Fabián

Desde estas páginas  avisamos que  tenemos previsto volver a editar el libro de don Fabián " VILLAMARCO" , referente histórico de Villamarco de las Matas .

Todos los interesados en adquirir un ejemplar envíen sus datos al e-mail de la página web del pueblo para más información.E-mail de contacto:   villamarcodelasmatas.es@gmail.com

Autor: D.Fabián Castaño del Riego

Edicón: 1.ª edición, 2001

Descripción: 76 pp.(141) Encuadernación en espiral.

Tamaño: 30 x 21 cm (A4).Contiene algunas fotos en color.

El libro se vendera al precio de coste. 9 euros a la fecha del 01/09/2020

Vecinos de Villamarco de las Matas piden que se reconozca a la figura de Don Fabián Castaño del Riego

Este hombre, fallecido el pasado mes, era un vecino que fue sacerdote en diferentes pueblos de León, llegando a ser canónigo emérito de la Catedral de León

LEONOTICIAS

Un grupo de vecinos de Villamarco de las Matas se ha marcado el objetivo de reconocer la figura de uno de sus 'paisanos' más ilustres.

El pasado 23 de abril, solicitaron mediante escrito al Ayuntamiento de Santas Martas el nombramiento de una calle o un lugar público, en Villamarco de las Matas, para recordar al fallecido Don Fabián Castaño del Riego, nacido en esta localidad, y que fue sacerdote en diferentes pueblos de León, llegando a ser canónigo emérito de la Catedral de León. «Un hombre sencillo, cercano, humilde, entrañable, y muy humano».

La iniciativa ha salido del grupo de personas que llevan la página de Villamarco de las Matas, que por años han estado recogiendo la historia del pueblo y han contado con los comentarios de vecinos y personas interesadas en participar. Una de estas, precisamente, fue Don Fabián, que con su libro 'Villamarco', al que muchos llaman cariñosamente 'el Libro de Don Fabián', fue quien puso luz en la historia del pueblo, que muchos vecinos desconocían.

En este libro ofrece una lección de amor a su tierra y sus gentes y, como de bien nacidos es ser agradecidos, con este gesto quieren recordarle siempre y agradecerle a su ilustre paisano sus desvelos y la labor desinteresada por poner a Villamarco en la historia.

En la mencionada página se le reconoció su compromiso con Villamarco, y en persona se le visitó, después de su jubilación, para darle las gracias personalmente, hecho que agradeció mucho.

El lugar apropiado, según afirman, seria a la entrada del pueblo donde hace poco pusieron un plaza nueva, para colocar una placa conmemorativa recordando a su persona.

Enlaces: http://www.leonoticias.com/comarcas/vecinos-villamarco-matas-20180501191430-nt.html

In memoriam D. Fabián Castaño del Riego

Ayer se celebraron, en la Catedral, las Exequias de don Fabián Castaño del Riego, canónigo emérito de la Catedral legionense, que había fallecido en la tarde del día 18 en la Residencia Juan Pablo II, de la capital. A lo largo de su vida sacerdotal cuidó con empeño de las comunidades cristianas de Grisuela del Páramo, Valdespino Cerón, Laguna Dalga y Cubillas de Rueda, más parroquias limítrofes, y además atendió durante algún tiempo a los feligreses y alumnos del Preseminario en Santibáñez de Porma. Al Cabildo catedralicio llegó en 1993 y en él fue director de culto, a la vez que se hizo cargo de la capellanía del convento de las Concepcionistas. Se jubiló en 2008, aunque siguió colaborando mientras su estado de salud se lo permitió. Se lo llevó lentamente una enfermedad respiratoria, con 84 años de edad y 61 de sacerdocio.

Fue un hombre de profunda fe cristiana, amante de las raíces familiares, culturales y religiosas (para cada ocasión tenía una anécdota atinada), con un gran sentido del humor y de la ironía fina, que brotaban de su ponderado sentido común, observador y discreto, fino lector y con una aguda sensibilidad estética, almacenada en su gusto por esos trasuntos de la belleza de Dios que son la música y la poesía (pulsaba el órgano y sabía cientos de poemas de memoria), siempre entusiasmado con las que sucesivamente fueron sus dedicaciones pastorales. Fue un obrero incansable en cuantas viñas puso a su cargo el Señor que lo llamó. Descanse en el regazo paternal del Buen Dios, al cual, en los últimos tiempos, tenía ya ganas de volver.

En reconocimiento a Don Fabian Castaño del Riego

“De bien nacidos es ser agradecidos”, dice el dicho popular, y no cumpliríamos con menos si no agradeciéramos la gran labor efectuada por nuestro ilustre paisano, el sacerdote nacido en Villamarco de las Matas  D.  Fabián  Castaño, que quitando horas al sueño nos ha  legado un hermoso libro, “VILLAMARCO,” que pasa por el recuerdo de nuestros antepasados y llega hasta nuestros días.

Don Fabián  en este libro nos da una lección del amor a su tierra y  a sus gentes, con ternura nos habla de su niñez y sus recuerdos, a pesar que se fue muy joven del pueblo, ha querido dejar escrita la hemosa historia de nuestro pueblo, se notan sus raíces cuando nos cuenta como nació Villamarco, de su antigüedad, hace 1.880 años, por el emperador romano Marco Aurelio ,ya que la existencia de la calzada romana,es un claro argumento a favor de la fundación  y antigüedad de nuestro pueblo… 

En éste libro,“VILLAMARCO,” Don Fabián hace un recorrido en la historia ,narrando Villamarco en la Edad Media…….de 1.257  hay en documento que cuenta un pleito entre el obispo  Martín Fernández y el Cabildo de la Catedral de León  por una parte  y  el concejo de Mansilla de las Mulas  por otra, acerca de  las villas y vasallos de Reliegos, Santas Martas, Villamarco, Valdasneros,  Penilla,   Escarbajosa  y  Santa Cruz ……en el trasfondo la cuestión  la facendera…… .muy interesante.   Leerlo.

Continua con otro documento  muy importante para nosotros, escrito con letra “cursiva visigótica”, en latín  y  con 1.100 años de antigüedad….Ordoño II había prometido que si ganaba  una importante batalla a los moros, cederia su palacio para que se edificara una iglesia en honor de Santa Maria, que fue la primera Catedral, la ganó y no solo donó su palacio, también dio fincas que poseía en distintos pueblos entre ellos Villamarco.

Traducido sería así: Del mismo modo os concedo otras tres villas en el páramo tras Estola, una Corbillos,otra villa de Marco,la tercera villa de Edán( Villidan) y en esas mismas villas dos niños que guardan cien vacas,( y hasta da los nombres de los niños) Daude y Hecalde. etc. etc.  ¿Que curioso verdad?

Otro documento que está en pergamino,(piel doblada y estirada) y en latín con letra gótica, es del rey Bermudo II y confirma muchas villas dadas  por sus predecesores al obispo D. Sabarigo que rigió la diócesis desde 982 hasta  992, y dice: villa de sinta, Gundesindus, Rebollare, Villa nueva ,inpaiolo (payuelo),Sta.Marta, Villa evone, Reliquos, Corvelius, Villa Marco, Valle de asneros (Valdasneros),cum suas villas….”(Villasinta, gusendos, Rebollar, Villanueva; en el payuelo Santa Marta, Villa evone? Reliegos, Corbillos, VILLAMARCO, Villa edán (Villidan), Valle de asnarios, con sus villas).

Continua  Don Fabián  haciendo  unos relatos tan entrañables de sus gentes, con ilustraciones que nos hacen revivir   costumbres pasadas, de sus penalidades,  de cómo transmitían sus valores, sus principios,  sus cualidades morales, dando todo de ellos, con sacrificio y fe, hace un recorrido por los sacerdotes que pasaron por Villamarco, por los libros de bautismo…. defunciones,.. la fundación de la Cofradía de las ánimas hacia el año 1.706…. nos habla también de los apellidos, Reguera, Castaño, Casado, Prieto y  Santamarta…que muchos de nosotros llevamos ……anécdotas    llenas de tierna inocencia  y simpatía , como los apodos cariñosos con los que a veces se conocían mejor a los vecinos del pueblo que por su nombre propio, y siempre con respeto, digno de quien es, un sacerdote entrañable que a pesar de su alejamiento del pueblo jamás lo olvidó ,prueba grande es este libro que muchos conocemos como ,  El Libro de Don Fabián.

Leer éste libro ha sido ameno, entretenido, pero sobre todo por el valor y la importancia  de  tener un conocimiento  claro  y significativo  de la  aportación  de nuestro pueblo a la historia de nuestra tierra.

A los que todavía no lo habéis  leído, os lo recomiendo.

Desde esta nueva página Web del pueblo donde nació, le expresamos  nuestro agradecimiento y más sincero reconocimiento por su dedicación  y esfuerzo al darnos a conocer la historia  y cultura  de nuestro pueblo.  

Gracias Padre, Gracias  D.  Fabián.

Don Fabian

Casa donde nació D.Fabián Castaño en Villamarco de las Matas

Libro del pueblo de Villamarco de las Matas. Escrito por D.Fabián Castaño

Villamarco (en recuerdo de Villamarco)

Autor: D.Fabián Castaño

Edicón: 1.ª edición, 2001

Descripción: 76 pp.(141) Encuadernación en espiral. Tamaño: 30 x 21 cm

Para obtener más información sobre el libro y cómo conseguirlo le sugerimos mandarme un email

Email webmaster

Comentario:

Don Fabián es un hombre con unos recuerdos nítidos de la historia de su pueblo y sobre todo sencillo, cercano,humilde, afable, entrañable y humano.Recientemente fallecido.DEP

Gregorio de Ferreras, el cura de los nombres raros

Junto a la información sobre los actos y edificios religiosos se nos ofrecen datos muy curiosos de otros aspectos del mundo rural. Las campanas son, sin duda, uno de los elementos esenciales. Bien sea su construcción, su tañido o los problemas para fundirla, estas campanas aparecen referidas en la labor de casi todos los sacerdotes de Cubillas de Rueda.

NICOLÁS MIÑAMBRES
23/10/2011

 
 
  • «Las campanas son, sin duda, uno de los elementos esenciales» del mundo rural. - NORBERTO
    «Las campanas son, sin duda, uno de los elementos esenciales» del mundo rural. - NORBERTO

Sabemos a través de la obra de don Fabián Castaño lo que costó una fundición que se lleva a cabo en 1595: «Gastaron siete carros de leña, cinco carros de barro, trece carros de adobes, trece reales de sebo, dos docenas de huevos a veinticuatro maravedíes la docena, una buena comida a los nueve obreros a base de pan, carne, tocino, una gallina y una lengua de vaca. Todo este banquete costó ocho reales. Y después hubo que ‘enejar’ la campana, es decir, ponerla un eje».

La importancia de las campanas se hace patente en el dicho popular: «Todos los pueblos presumen de tener tres cosas que son las mejores: el agua de la fuente, el sonido de las campanas y el Cura que se marchó».

Para los mayores, no es novedad excesiva recordar el sistema de pesos antiguo, pero sí lo será para las jóvenes generaciones de nuestros pueblos, tan próximos a esta realidad: «La carga –recuerda don Fabián- tenía doce heminas; eran dos buenos sacos llenos de grano. La hemina tenía cuatro celemines y el celemín cuatro cuartillos. La fanega tenía tres heminas. Pero estas medidas, lo mismo cuando eran de grano que de tierra de sembradura, variaban de una región a otra, de secano o de regadío, etc.».

Don Pedro Fernández García (1596-1626) aporta datos muy curiosos. De él recibimos descripción de tres frontales de guadamecí «viejos». El dato es importante porque en 1631 leemos: «S. I. se compre un frontal de guadamecí, el cual se ponga para decir misa entre año; que el que al presente tiene la dicha iglesia se ponga en un marco tirante de madera, para que con limpieza y aseo se guarde para los días festivos». Don Fabián Castaño piensa que se trata del guadamecí que actualmente se conserva en el altar, una pieza admirable.

Curiosas son también las referencias al tiempo del que han disfrutado en 1608, en Quintanilla, escritas por don Hernando de Cifuentes, muerto en 1630. En Quintanilla empieza el libro de Fábrica que se conserva, en 1608, «cuarenta y cinco años más tarde que aquí».

«Este año fue bisiesto; vino la cigüeña a este lugar a dieciocho de enero. Hubo mucha caza de lavancos y algunos jabalíes... y menos dinero. Hubo dos cometas en el aire, algunos días, quema de Modino y otros lugares cercanos (...). Hubo muchas calenturas, no llovió en mayo, junio, julio y agosto hasta nueve de septiembre, si no fue con algunas nubes de fuego».

El año de 1609 presenta sucesos semejantes: «Este año vino la cigüeña el once de febrero, que fue un domingo y este día hubo una gran creciente cual muchos años no se había visto en esta tierra, de suerte que llevó muchos puentes y mudó muchos puertos. Hubo grandísimos aires, tales que los que son nacidos no se acuerdan verlos mayores... etc. Este año se apedreó este lugar y Palacios y casi los más lugares desde aquí a Benavente».

Muy interesante resulta la alusión a la revolución de los moriscos: «Hubo la revolución de los moriscos y fue entendida su traición como más largamente los cronistas de su Majestad tienen suscrito».

El año de 1614, a 21 de octubre hubo una gran creciente que llegó el agua del río al terrado del molino del prado del fresno. Todos los sotos eran río. Acabáronse los conejos del soto de Villapadierna y Carvajal. Venía el río hasta las viñas de la hoja de arriba.» (p. 24)

Cuidado de los objetos religiosos

Llama la atención el exquisito cuidado e interés por los objetos religiosos. En 1688, en tiempos de don Pedro de Herrera «se adquirieron el viril y la custodia que se habían mandado adquirir antes (...). Mas da por descargo 671 reales que tuvo de costo el viril». En visita de 1691 se manda «que se haga una custodia para el sagrario y todo lo demás a vista del cura que es o fuere, y que luego y sin dilación alguna se haga la custodia para el Santísimo, y que sea de todo primor, dorada por la parte de dentro y estofada por fuera y que sea la primera obra antes de pasar a otra cosa...». El cuidado por la limpieza de los objetos artísticos llega a ser ejemplar: Y mandó se componga el sagrario poniendo una tabla por dentro. Y por haber hallado dentro del sagrario pajas y polvo con algunas telarañas le amonesta a que de aquí adelante atienda a todo lo del culto divino y lo trate con la decencia y veneración que debe, y esperando su enmienda y usando con él de benignidad, le condena en tres mil maravedíes para los pobres».

Llamará sin duda la atención en estos tiempos el término velados, necesitado tal vez de una mínima explicación: «Había un momento en la misa de la boda en que se ponía a los esposos un velo; a la esposa por encima de la cabeza y al esposo por encima de los hombros y en ese momento se pedía a Dios una bendición especial para la esposa.

Tanta importancia se daba a esta bendición -sigue explicando don Fabián Castaño- que en tiempo de Adviento y Cuaresma no se podía recibir y tenían que ir después a recibirla. Si la esposa se casaba otra vez ya no recibía esta bendición». La imaginación popular denominaba de forma humorística esta ceremonia «echarles el yugo» y «a más de una pareja les echaron el yugo de verdad y les ataron a un carro». El tono humorístico tenía otras manifestaciones, jugando por ejemplo con la expresión de «compañera te doy y no sierva», que, en los banquetes se convertía en «Compañera te doy y no sierva; cuando no quiera paja, le das hierba».

Un dato muy interesante es la construcción del retablo actual, que se lleva a cabo en tiempos de don Francisco Morán (1715-1773). El coste total ascendió a 6.424 reales, aunque incluyendo el dorado, 2.320 reales, su coste ascendería a 9.723 reales.

Como dato curioso se indica la abundante parentela con la que don Francisco Morán se presentó en el pueblo, lo que explica la gran cantidad de descendientes y el hecho de que «la inmensa mayoría de los naturales de Cubillas –escribe don Fabián Castaño- descendéis de las familias de los sacerdotes, porque casi todos aquí casaron a sus hermanas y sobrinas» (p.49).

Más llamativa resulta la gran hacienda que tiene el cura don Francisco Morán, reseñada en algún libro publicado en Valladolid. Baste un detalle orientador de lo dicho. Sólo en ganado «tiene en su casa cuatro bueyes, un novillo, un jato, cinco vacas, dos yeguas, una jumenta, dos cerdos, cien carneros, cincuenta ovejas, cuarenta corderos, dieciocho cabras, diecisiete castrones, diez cabritos y seis pies de colmena».

Un cura singular

Nos hallamos ante uno de los sacerdotes más pintorescos del clero rural leonés. Los cincuenta y un años pasados como Cura de Cubillas de Rueda (1858-1909) resultan llamativos también. Las diecisiete páginas que don Fabián Castaño le dedica son el mejor aval.

Partiendo del hecho de que era un sacerdote muy virtuoso, don Fabián Castaño cree que se trata de una persona de «un ingenio especial pero que no fue cultivado por una formación adecuada». A ello se unía la pasión por sus feligreses, lo que le hacía considerar que «todo lo que ellos eran y hacían le resultaba grande y trascendental». Todo tipo de ceremonia religiosa «era para él un acontecimiento importante, y lo mismo lo redactaba con frases rimbombantes que añadía en la partida todos los comentarios pueblerinos que la gente hacía o podía hacer».

Esta peculiaridad de don Gregorio Ferreras (escoger el nombre del día reflejado en el calendario, extraído a buen seguro del Martirologio) es el atributo que sirve para recordarlo de forma especial por la comarca de Rueda. Pero su originalidad expresiva se manifiesta igualmente en la localización cronológica de los nacimientos, curiosas perífrasis expresivas, no exentas de gracia y humor: «al salir el sol», «muy temprano», «a las voladas del sol», «al primer canto del gallo», «por la mañana, ya alto el sol». Algunos casos resultan de ingeniosa concepción lingüística: «Un niño que nació el primer día de la semana actual y último del año anterior durante la misa popular que celebré a San Silvestre».

No faltan los juegos de palabras: «por la tarde ya tarde de tarde...», «en la noche de ayer a hoy», «cuando salieron las tres marías». Ni falta el calificativo preciso y gráfico de la condición o profesión de los padres: «labradores de una medianía pobre», «de oficio zapatero aplicado», «labradores aplicados, ingeniosos y morigerados», «ejercen el oficio de labradores para mantenerse con el sudor de su rostro...».

Cultivó también la escritura gráfica, próxima a los caligramas, como ocurre con la partida de nacimiento de Metrodora Nemesiana, texto cuyas líneas empiezan todas ellas con «la» y finalizan con «de».

Onomástica irrepetible

De la rareza de los nombres da información detallada don Fabián Castaño, cuyas líneas se transcriben a continuación:

«Al niño le puse por nombre Prievado-Dadas-Leopardo (...) Púsela por nombre Clarencia-Lucidia-Herminia, nombre de tres esclarecidos obispos que celebra en estos días la Iglesia».

Pero hay que reconocer la verdad; no los podía escoger más enrevesados: Zenón-Audaz, Encrátida, Teopista-Sabacia, Melitina-Eutropia, Etelvolta-Calimeria, Rixa-Papiniana, Uldaria-Nanfraniona, Cereal—Mandales, Rachanacario-Arisdages, Onesífora-Menedema, Onesíforo-Optancio, Clodulfa-Pelagia...

Y sobre todo cuando empezó a poner tres: Plutarco-Heracles-Anecto; Maruta-Melesio-Dalmay; Polixena-Asteria-Grata; Rasifo-Trofinio-Liborio; Aítalas-Apeles-Epipodio.

Y más aún cuando empezó a poner cuatro, a veces con la misma letra inicial: Pármenas-Parmenio-Parnulfo-Pascual; Octavia-Octaviana-Octavila-Pancracia; Remedio-Camerino-Bonoso-Primo. Y el mejor de todos: Udebolta-Udalgarda-Udulia-Ubalda.

Y aún podemos decir que donde echaba el resto era al poner el nombre de los mellizos: Buenhijo-Vocardo y Diomedes-Buenayunta puso a unos (eran hermanos de la señora Sibilina) y a otros Antígono-Macario-Besar y Euno-Púpulo-Besarión. Tuvo más suerte el Sr. Vitorino, a quien don Gregorio había puesto Victorico-Pretextato y el Sr Obispo al confirmarle le cambió en Victorino».

La afición de don Gregorio Ferreras es sin duda fuente de curiosos resultados onomásticos, que la gente probablemente sufriera. «Pero en el año 1864 –leemos en la obra de don Fabían Castaño-, cuando llevaba aquí seis años, le mandó el Sr. Obispo en la visita respecto a este punto que exprese la hora de nacimiento y que no se permita calificación alguna respecto a las circunstancias de sus padres, sino que procure acomodarse al modelo publicado en el Boletín del Clero...».

Parece que el cura de Cubillas respetó la orientación del Sr. Obispo, pero «poco a poco, volvió a las andadas». Sabemos que en 1899, ya viejo, se lo recordó nuevamente el Sr. Obispo con delicadeza: «Hallando las partidas poco conformes al modelo de las Constituciones Sinodiales».

Podríamos espigar otros aspectos de la labor religiosa de don Gregorio Ferreras, pero el espacio impone su ley. Hay que decir, sin embargo, que el sacerdote mostró siempre un celo religioso ejemplar y una entrega absoluta a sus feligreses. Y eso es lo que debe quedar de su recuerdo.

Primer autor de una Pastorada leonesa

El epígrafe anterior exige unas observaciones previas. La primera tiene que ver con la denominación popular de pastorada, que en Cubillas de Rueda se denomina libro de villancicos.

La segunda observación tiene que ver con este fenómeno literario tan leonés, y sobre todo en esta zona. Quien esto escribe dará pronto a conocer varias versiones de pastoradas («libros de villancicos») y autos de reyes de Cubillas de Rueda. A la gran calidad de los textos, muy diferentes a todas las pastoradas y autos conocidos, hay que añadir dos datos más: son los textos de pastoradas más antiguos de los conocidos hasta el momento en León y presentan autoría concreta: Lorenzo del Reguero y Reyero, natural de Cubillas de Rueda. Otra cosa es lo que supone el término «autoría».

Las obras se conservan en dos bellos cuadernos manuscritos, el primero de ellos (obra de Lorenzo del Reguero y Reyero, de amplia extensión) y el segundo, de cincuenta páginas, «de la mano de Gregorio de Ferreras».

La versión de Gregorio de Ferreras es, como dirían los expertos, una pastorada facticia, elaborada fundiendo y mezclando obras anteriores, en este caso las distintas versiones de Lorenzo del Reguero. Aun admitiendo el manejo de esas fuentes anteriores, hay que señalar una novedad: Gregorio de Ferreras maneja además otra fuente, desconocida para nosotros hasta el momento. Lo prueba el hecho de que aparezcan escenas inexistentes en la obra de Lorenzo del Reguero, como son la muerte de los inocentes a mano de Herodes y la de «los ofrecimientos», escena muy bella, presente casi siempre en las pastoradas leonesas, pero no en la de Lorenzo del Reguero.

Esta actividad literaria de Gregorio de Ferreras complementa de forma admirable su popularidad, mostrando cómo su inquietud iba mucho más allá de ese afán por aplicar de forma contundente las riquezas del martirologio. Esa afición que muchos vecinos de Cubillas de Rueda lamentarían cuando tuvieran que presentarse dando su nombre de pila.

Gregorio de Ferreras, el cura de los nombres raros

Nada tiene que ver el sacerdote Gregorio de Ferreras con el eminente bañezano, académico de la Real Academia Española, pero sí con las tierras de Rueda, donde fue siempre conocido por la rareza de la onomástica con la que cristianaba a sus neófitos feligreses.

NICOLÁS MIÑAMBRES
16/10/2011

 
 
  • «... no permita que una vez que tratan de casar, entren el uno en la casa del otro, si no es con causa justa y en oportuno tiempo». - Jesús f. salvadores
    «... no permita que una vez que tratan de casar, entren el uno en la casa del otro, si no es con causa justa y en oportuno tiempo». - Jesús f. salvadores

Aún resuenan por aquellas tierras los ecos de los nombres elegidos por Gregorio Ferreras, auténticas perlas extraídas del martirologio o del calendario. Nombres como Privado-Dadas-Leopardo, Zenón-Audaz, o en el caso femenino, Teopista-Sabacia o Etelvolta-Calimeria son anticipo de una peculiar relación onomástica que aparecerá reflejada líneas más adelante. Estas líneas llevarán como anticipo y marco literario la situación social y religiosa vivida por los sacerdotes que precedieron a don Gregorio de Ferreras en el ministerio sacerdotal en Cubillas de Rueda.

Todo lo que sabemos del célebre Gregorio de Ferreras ha sido posible gracias a la obra del sacerdote leonés Fabián Castaño, autor (además de La historia de la parroquia de Quintanilla) de otra Historia de la parroquia de Cubillas de Rueda. Desgraciadamente, ambas obras se presentan en edición no venal. Responden a la concepción clásica de tesis y tesinas de años universitarios, lejanos ya; están por tanto, mecanografiadas a la vieja usanza. Buscan sencillamente la divulgación popular de la historia de estas parroquias: «No sé si a algún lector, todo esto que estoy escribiendo -advierte- le pueden parecer tonterías. Si queréis, lo son. Pero el libro no es para presentarle al Premio Planeta. Sino para que se lea en las cocinas y se comenten nombres y casos y cosas entre los miembros de la familia» (p.76). Eso explica la abundancia de expresiones populares y el uso de una peculiar función apelativa, sin que falten muestras muy populares de la captatio benevolentiae.

El objetivo esencial en el estudio sobre la parroquia de Cubillas de Rueda es el análisis de la labor pastoral llevada a cabo por todos los sacerdotes a través de la lectura de los libros de fábrica: «datos ´arrancados´ de los libros parroquiales durante muchas horas de sacarme los ojos con una lupa y un brazo de luz, mientras atiendo a mi cazuela de la comida...». La cosecha investigadora no es mala: don Fabián Castaño rescata la semblanza y labor de los sacerdotes de Cubillas de Rueda desde 1563 hasta 1960. Aquellos sacerdotes que, desde tiempos inmemoriales recibieron un adiós solemne: «Siempre se les ha enterrado con las vestiduras de celebrar la misa, y hasta hace poco existía la costumbre de sentarlos en un sillón, amortajados así, y sosteniendo el cáliz. La gente del pueblo desfilaba ante ellos besándoles las manos por última vez. Algún tiempo este cáliz iba también a la sepultura».

Es evidente que ese rescate de la personalidad y labor de estos sacerdotes lleva implícito el conocimiento de múltiples aspectos religiosos, sociales, tradicionales... del pasado. Comportamientos para nosotros, seguramente anacrónicos en la actualidad. De ahí surge el atractivo de la obra. Véase como anticipo una de las perlas al evocar la semblanza de don Marcos García Álvarez, allá por 1563: «Que los feligreses asistan a misa sobre todo a partir de los catorce años; que se explique la doctrina cristiana; que examine a los novios; que no se blasfeme; que apunte lo de las rentas; que no metan pan ni cera entre la ropa en las arcas de la sacristía; que lleven hábito decente; que las mujeres no se sienten entre los hombres en la iglesia, a no ser que coincida así el día del entierro de su esposo o durante el primer año de su ofrenda».

Otros tiempos, otras vidas

La información aportada tiene que ver con lo relacionado con la iglesia, desde bautizos y defunciones. Siguiendo las Disposiciones de Trento, en 1566 el Visitador ordena que se compren los libros para asentar las partidas de bautismo, matrimonios y difuntos. Se detallan igualmente las obras y mantenimientos del templo o la construcción de la capilla. Son, por ejemplo, muy orientadores los datos que los libros de fábrica aportan respecto a los «muchos carros de piedra de Boñar para dicha construcción. Costaban dos reales de ´sacada´ y cuatro reales de ´traedura’¨. (...) Y se traen cientos de carros de cantos, lo que se llama piedra de mampostería (a quince maravedíes cada carro de cantos); y carros de cal a ocho reales cada uno, arena, etc. Hasta se paga medio real que costó matar los tres carros de cal» (p. 10). La vigilancia es incuestionable y el castigo inmediato: «Se traen en una ocasión cien carros de piedra atropados alrededor del pueblo, y al parecer los trajeron a medio llenar y de piedra mala, y por eso el Visitador mandó que se les pagaran a bajo precio». No faltan los nombres de los canteros.

No faltan órdenes de índole personal para el sacerdote del pueblo: «Se manda también se tenga en la sacristía o lugar donde se viste un jarro de agua tapado y un espejo grande y peine y paño a que se limpie cuando haya de salir a decir misa». Además del atuendo personal el Visitador orienta respecto a la cultura de los sacerdotes: «Le pone al cura una serie de libros que debe comprar para estudiar y a continuación, un mandato muy chusco: que procuren aprender a cantar diestramente, porque en esto hay gran defecto y falta en estas montañas (sic), so pena que a la primera visita después de esta serán examinados e si no fueran hallados hábiles, serán suspensos hasta que lo aprendan y además serán penados en diez ducados para la Fábrica de su iglesia». También hay recomendaciones para los feligreses, descarados al parecer para con el sacerdote: «Que no sean osados en la iglesia de decir o responder cosa alguna contra el Cura... Os repito: siempre hubo de todo» (p.12). En un intento por garantizar el silencio en la iglesia, se recomienda que no lleven niños pequeños a la iglesia, «para evitar el desasosiego que los niños causan en la iglesia con las voces que dan, con que perturban el oficio divino gorjean...». Esos niños que, con mucha frecuencia, eran enterrados con sus madres, debido a la gran mortandad en los partos y puerperios: «más doce reales de dos sepulturas de la mujer de Francisco Martínez y otra de una niña suya». No faltan disposiciones del Visitador en contra de ciertas costumbres, como la de dar la comida al cura el día de jueves santo. Leemos en 1562: «No se dé colación de vino porque se duermen en la iglesia, ni comida al Cura». Sorprendente resulta la prohibición, hecha en 1572 de que los clérigos vayan a las paradas: «así que algún clérigo se encargaría de llevarles la yegua que todos solían tener para ir a las parroquias vecinas».

No faltan otras disposiciones, como las recogidas en algún momento por don Fabián Castaño: «Y que dicho cura ni los demás curas sueltos no digan misa con madreñas ni escarpines sino con zapatos y estos no en chancleta sino calzados y que cuando concurran las funciones de fiestas particulares, no entren con madreñas ni capas pardas y con indecencia, sino siempre con sobrepellices y con la decencia que pide su estado, y que el Cura no los admita ni celebre no cumpliendo con lo referido. (...) Y que asimismo no salgan de ellas (sus casas) a la calle sin hábito clerical, ni con el pretexto de ir al campo siendo de día ni de noche, sin el cuello y casaca negra, de suerte que en todo tiempo sean conocidos en su traje por eclesiásticos y ministros del altar y se entienda lo mismo con los que estuvieran ordenados in sacris (...). Y que no tengan confabulaciones, chistes, chanzas, risas, ni hablen más de lo preciso, porque de lo contrario se da mal ejemplo y se ofende a la Divina Majestad» (p.52).

La misma limpieza se les exige en la visita de 1779, limpieza referida a los paños-purificadores: Habiendo reparado S. I. que los purificadores de algunas iglesias estaban indecentes a causa del vino tinto que usan en las misas, les prohíbe absolutamente S.I. y manda al Cura no permita a sacerdote alguno el uso de él, pena de diez ducados por cada contravención».

No faltan noticias sobre las pobres criadas de los curas, muy admiradas por don Fabián Castaño, de las que escribe: «Las hubo desde aficionadas al vino, analfabetas, chismosas, dominantes... hasta santas de verdad» Y alude a los dichos populares: «Hoy no decimos misa», advertía la criada de aquel Cura». El primer año decían: «las gallinas del señor cura». El segundo decían: «las nuestras gallinas». Y a partir del tercero... «las mías gallinas». Pero don Fabián considera que «generalmente eran buenísimas mujeres que, por tener la facilidad de llevar una vida de piedad, atendían con todo esmero y respeto a un pobre Cura que no las podía pagar lo que hubieran ganado sirviendo a personas ricas. ¡Cuántas de ellas criaron a dos generaciones de sobrinos del Sr. Cura, sobre todo a los que se quedaban huérfanos! ¡Cuántas llevaron casi totalmente el peso de la limpieza de la iglesia y de las vestiduras litúrgicas!».

Próximas al sacerdote estaban también sus hermanas y sobrinas, de gran éxito entre los lugareños: «Las hermanas de los curas siempre les gustaban a los mozos más elegantes de los pueblos».

Relaciones peligrosas

Las normas dictadas por la autoridad religiosa resultan sorprendentes en estos tiempos, pero no tanto a principios del siglo XVIII.

Ni el hecho de estar los comprometidos les alivia del peligro de ciertos acercamientos personales:

«Por cuanto S. I. se halla informado de que en este partido hay la detestable costumbre de que los mozos, una vez contratan esponsales, se junten y entren y salgan en la casa de la contrayente y la acompañan a fiestas y romerías que en los alrededores se hacen, yendo tal vez ambos en una caballería, y que los padres de la tal (poco cautelosos y temerosos de Dios) lo permitan, tanto que si así no se hace lo tienen a mal, sin hacerse cuenta de las graves ofensas que contra la Divina Majestad de esto se siguen y a su honra. Por tanto manda S. I. y onera gravemente la conciencia al Cura de dicho lugar, no permita que una vez que tratan de casar, entren el uno en la casa del otro, si no es con causa justa y en oportuno tiempo. Y si lo contrario hicieren, contestándoles ser sabedores sus padres, les multará en dos ducados por la primera vez y a proporción de la contumacia irá acrecentando la pena y evitará de los divinos oficios...etc».

El párrafo siguiente resulta de gran novedad: podemos considerarlo de las noticias más antiguas referidas al filandón leonés y, curiosamente, no en zona de montaña, escenario más frecuente de estas celebraciones:

«Item que no se hagan de noche juntas de mozos y mozas con el pretexto de hilar o trabajar en otras cosas, por los pecados y riesgos y escándalos que de ello se ha seguido y experimentado». (p.52). No tiene menos peligro la convivencia de mozos y mozas a la hora de juntarse para cuidar el ganado:

«Y por cuanto en los más lugares de las aldeas y montañas de nuestro obispado, se juntan por las noches en los montes y otras partes mozos y mozas a la guarda de los ganados mayores y menores y a recoger la leche de ellos, con grave riesgo y peligro de las almas contra la honestidad y la honra de las mujeres, prohibimos semejantes juntas».