En algunos pueblos todavía quedan lavaderos, o vestigios de ellos. Los lavaderos no eran sólo unas pilas gigantescas que aprovechaban agua de manantial para que las mujeres pudieran lavar las ropas sucias por las labores del campo y la ganadería de los hombres durante siglos, sino que era una obra con cierta ingeniería hidráulica. A la hora de buscar un emplazamiento en el pueblo para el lavadero, había que ser muy escrupuloso. Hay que recordar que cuando se construyeron en los pueblos los lavaderos, no existían las presas, los embalses, y demás adelantos hidráulicos con los que hoy en día contamos en los pueblos, ni las ventajas de tuberías en nuestras casas de pueblo. Así pues tenían más conciencia que hoy en día en el aprovechamiento del agua. Era agua natural, pura, que brotaba, o bien un ramal de un río. Tenía que haber cierto desnivel, por que en la parte alta salía el agua de fuente, de consumo humano, pasaba a través de unos abrevaderos de piedra, donde las caballerías bebían. El agua llegaba pues hasta el lavadero en sí, que solía estar dividido en 2 pozas o piscinas. La primera, donde llagaba el agua para aclarar, y la segunda para lavar. Era así y no al revés, por que si la primera era empleada para lavar, el agua por decantación pasaba a la segunda poza ya con jabón y sería tarea imposible aclarar las prendas. Todavía hoy en día se usa en muchos pueblos estos lavaderos, sobretodo para prendas grandes, como alfombras, pero también por lo que a continuación se explica.
La vida en los pueblos, en sus casas rurales antiguas, en sus caserones, era a veces muy hermética, sobretodo para las mujeres. Los hombres iban al casino, donde podían fumarse sus cigarros, tomar su café, su anís, jugar sus partidas al guiñote, y beber algún trago de vino. Relacionarse, a fin de cuentas. Las mujeres lo tenían más complicado, no estaba bien visto que entraran mujeres a los bares, y esas casas de pueblo eran su propio mundo. El lavadero cumplía una función socializadora para ellas, les permitía salir de casa, hablar con cierta soltura (raro era ver un hombre dentro del lavadero) y a la vez seguir trabajando para llevar la casa, lavando todo lo que hacía falta. A fin de cuentas ha sido la labor principal de la mujer durante muchos siglos.
El lavadero del lavadero del pueblo es pues, testigo mudo de muchísimas generaciones de secretos, romances, mentiras, desgracias, alegrías, nacimientos, guerras… es lo que sigue forjando el carácter adusto de un pueblo, junto con la iglesia y las casas de pueblo más importantes. Abajo puedes ver fotos del lavadero de Villamarco.