Puede parecer que estas fechas son tiempo oportuno para el sesteo. Y lo son. Hasta cierto punto. Se adormecen nuestras ciudades, se frena el trabajo en muchas empresas, se produce la desbandada hacia playas y montañas... Pero esto sólo es una cara de la realidad. Lo cierto es que, además de lo dicho, los pequeños pueblos de nuestras diócesis se atiborran en estos días de los nacidos en ellos o de sus hijos y hasta de la parentela política, que convierten a nuestras poblaciones, muy disminuidas en el resto del tiempo, en lo que fueron hace una cincuentena de años. Eso trae consigo la revitalización de muchas costumbres, la animación de la vida social y la solución de algunos problemas. Y también la aparición de determinadas reivindicaciones que no dejarán de dar algún dolor de cabeza. Sobre todo si, por medio, se mete algún abogado de secano que llega a dar lecciones a los que aguantan canícula y heladas todo el año. Así es la vida. Con luces y sombras. Esta realidad afecta también, y sobremanera, a la vida parroquial. Es el tiempo de restaurar edificios, de celebrar romerías, de investigar en los archivos y hasta de protestar ante quien convenga por determinados comportamientos o decisiones del cura párroco. Dicho todo de otra manera y visto desde otra perspectiva, el veraneo es tiempo de especial dinamismo, sobre todo en nuestros pueblos. Recojamos un ramillete de cosas que acredite lo que decimos. La diócesis de León anuncia para el día 26 de este mes, sábado, una Peregrinación (con el rango de diocesana; por algo estará presidida por el señor Obispo, Don Julián) al Monasterio de Santo Toribio de Liébana, con motivo de celebrarse en él el Año Santo Lebaniego. Como saben es un santuario cercano a Potes, en la comarca de la Liébana santanderina (que perteneció a la diócesis de León hasta el año 1956), en el que se conserva el trozo más grande de la cruz de Cristo (el «Lignum Crucis»), descubierta por Santa Elena, madre del emperador Constantino, a principios del siglo IV, y llevada allí a mediados del siglo V por el santo Obispo Toribio, que lo fue de Astorga. Quienes deseen participar en ella pónganse en contacto con sus respectivas parroquias. Tienen de fecha hasta el día 19 de los corrientes. Todo por 11 euros. ¿Hay quien dé más? En la localidad de San Vicente de Arganda, un diminuto y bonito pueblo entre Cacabelos y Vega de Espinareda, se han echado el cuelmo al hombro y están arremetiendo con la restauración a fondo de su templo parroquial. Sus dolores de cabeza y de riñones está dando, pero con las bendiciones episcopales y la ilusión de la pedánea todo se andará. Algo parecido se pretende en la localidad lacianiega de Caboalles de Abajo. Aquí resulta que, además del templo parroquial nuevo (vamos, del año 1975), existe el viejo -en relativo desuso desde la inauguración del nuevo- que parece puede datarse en el siglo XVI y cuenta con unas pinturas murales de arte popular de la misma o cercana época. Ahora los feligreses están en plan de rehabilitar iglesia, interior y entorno, y hacer de ella un espacio de religiosidad y de cultura; de hecho, ya en mayo en plan de «hacendera» y con la colaboración del Ayuntamiento de Villablino, que aún respira, se procedió a adecentar y adornar los aledaños del templo. Ahí queda la feligresía con las manos dispuestas para hacer buenas cuantas ayudas lleguen de instituciones y particulares. Nuevo aire sopló sobre la parroquia de Villamarco, en el páramo de los Payuelos, cuando el pasado día 30 de julio celebraron las que han llamado Fiestas de la Virgen Blanca. Todo ello porque, después de 33 años en vacío, los casi setecientos participantes (habitantes estables, hijos del pueblo y fieles de pueblos vecinos) pudieron acompañar procesionalmente el tríptico que contiene una imagen de alabastro de la Virgen, del siglo XVI, dejado en la parroquia por un peregrino compostelano fallecido en ella y que ahora se puede admirar en el Museo Catedralicio-diocesano. Otra muy gorda fue la que montaron, y ya van por la décima edición o así, los fieles de los veinte pueblos de la Sobarriba, que se juntaron en Valdefresno para reivindicar sus raíces cristianas, procesionando cruces, imágenes, pendones, pendonetas y estandartes. Como suena.